20 de febrero de 1932. Agustín P. Justo,
militar, diplomático y político argentino, ocupaba ahora el sillón presidencial que le
dejara su antecesor, el General Uriburu.
Justo fue elegido presidente el 8 de noviembre de 1931 apoyado por la
dictadura militar gobernante y por los sectores políticos que integraron poco
después la Concordancia, alianza formada por el Partido Demócrata Nacional, la
Unión Cívica Radical Antipersonalista y el Partido Socialista Independiente.
Sobre las elecciones que lo consagraron pesó la acusación de fraude electoral –
el llamado fraude patriótico fue un
sistema de control establecido entre 1931 y 1943, mediante el cual los sectores
conservadores buscaron evitar el acceso del radicalismo al poder y tuvo durante
su gobierno la persistente oposición de los sectores yrigoyenistas de la Unión
Cívica Radical.
Justo inició su mandato condicionado por la
grave recesión económica que aún no presentaba signos de recuperación. Estos
recién empezaron a notarse hacia 1934 debido al aumento de los precios
agropecuarios y al retorno de inversiones extranjeras.
En
el aspecto político contaba con el apoyo del
Congreso y las provincias, ya que el conjunto de partidos que lo apoyó
(La Concordancia) agrupaba a la mayoría de las provincias excepto Santa Fé y
Entre Ríos, y los parlamentarios.
El
radicalismo, que ya había sido vetado de las elecciones presidenciales en tiempos de Uriburu, había provocado varios
levantamientos durante el gobierno de Justo, pero habían sido reprimidos
mediante la implantación del estado de sitio y la detención y la deportación de
todos sus dirigentes. Dentro del propio radicalismo surgió un grupo disidente,
contrario a la dirección alvearista. Criticaban su escaso empeño en defender
la independencia económica a lo que
llamaron “coloniaje británico” frente a lo que soportaba la república. Propiciaban
un regreso a los ideales Irigoyenistas. Este grupo de disidentes, que criticaba
las reformas financieras, contaba entre sus primeros hombres a Del Mazo, Luis Dellepiane y en una segunda etapa
a Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche.
Mientras
tanto, las manos de Francisco, aquel inmigrante aporteñado llegado de Italia hacía ya diez años, dominaban
con habilidad el volante del taxi que conducía hacía ya muchos años. Recorría las calles de Buenos Aires con
soltura, intentando aislarse de toda cuestión política, sin embargo, se daba de frente contra ella en cada esquina
o en cada charla con algún pasajero. La
crisis no le daba golpes de nock out, pero le iban taladrando el semblante, sus
ganas, sus sueños. Justo en esos
momentos recordaba porque emigró a este país, cuáles eran sus objetivos,
tarareaba un tango, aquél que supo recibirlo en el puerto de La Boca, asomaba
la cabeza por la ventana dejando que el viento acariciara su negra cabellera. Haciéndole
honores a la fama de los italianos, su obsesión era trabajar interminables
horas. Desde el mediodía hasta bien entrada la noche, su taxi era testigo mudo
de una agitada vida porteña, pasando de un intransitable microcentro gobernado
por ejecutivos de alto standing y trabajadores apurados a otro, dominado por
las destellantes luces de Neón de la Avenida Corrientes, que por entonces
estaba siendo ensanchada, obra que concluyó en 1936. Con una longitud de 8.6
kilómetros, la Av. Corrientes reunía la ciudad financiera, la del ocio y el
entretenimiento, la Buenos Aires tanguera a su paso por El Abasto, terminando
su recorrido en el cementerio mas grande de la Argentina, el Cementerio de la
Chacarita.
El
mismo día que asumió Agustín P. Justo como presidente, el indulto del General
Uriburu le permitió a Hipólito Irigoyen, el otrora presidente democrático de la
UCR, desembarcar silenciosamente en Buenos Aires.
El nuevo gobierno constitucional
tuvo que afrontar una dura situación económica y social. Entre otras medidas,
se emprende un “emprésito patriótico”, mediante el cual se busca reforzar las
arcas del fisco. El impuesto sobre la nafta sirvió para financiar la recién
creada Dirección Nacional de Vialidad, que acometería la mejora de la red vial.
Su primer ministro de Hacienda, Alberto
Hueyo, tomó medidas sumamente restrictivas sobre la economía. El socialista
independiente, Antonio de Tomaso, en Agricultura lo acompañó, se redujo el gasto público, se
contrajo la circulación de la moneda y se aplicaron medidas de austeridad
fiscal.
También fomentaría este
proyecto, el intendente de Buenos Aires,
Mariano De Vedia y Mitre, que emprendió un ambicioso proyecto de
organización urbana, abriendo las Diagonales Norte y Sur, pavimentando la
General Paz, ensanchando la Av. Corrientes, construyendo el primer tramo de la
Av. Nueve de Julio y erigiendo El Obelisco.
La sustitución de Hueyo por Federico Pinedo, del partido Socialista
Independiente marcó un cambio en la política de gobierno. La intervención en la economía se hizo mas
marcada, creándose la Junta Nacional de Granos, la de Carnes y poco mas tarde,
con el asesoramiento del economista inglés Otto Niemeyer, se crearía el Banco
Central de la República Argentina.
Justo
debió hacer frente a los resultados de La Gran Depresión que había acabado con
el superávit comercial y el pleno empleo
de los gobiernos de Irigoyen y Alvear.
En
1933 tuvo acontecimiento uno de los sucesos mas controvertidos de este
gobierno, cuando las medidas de protección
de la producción adoptadas por el Reino Unido llevaron a Justo a enviar a
su vicepresidente a tratar la adopción de un acuerdo comercial que obtuviese
condiciones ventajosas para la Argentina. Los británicos habían adoptado, en la
Conferencia de Ottawa de 1932, medidas tendientes a favorecer la importación
procedente de sus colonias y dominios; la presión de los hacendados argentinos
para que el gobierno restaurase el comercio con el principal comprador de
granos y carne argentinos había sido enorme. Las negociaciones, lideradas por
el presidente del concejo de comercio británico, el vizconde Walter Runciman,
fueron intensas y resultaron en la firma el 27 de abril del Pacto Roca-Runciman. Este pacto fue
denunciado unilateralmente en 1936 por el Reino Unido; las tratativas para
sostenerlo desembocaron en la firma de otro tratado, el Malbrán-Eden, que fijó
fuertes aranceles a la importación de carnes argentinas en Gran Bretaña.
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Firma del Pacto Roca - Runciman |
En
1934 tuvieron lugar las primeras elecciones desde la presidencia de Justo. El
abstencionismo de los radicales favoreció al partido Socialista, pero el fraude
masivo aseguró que todas las provincias, salvo Santa Fe y San Juan, quedasen en
manos de la coalición gobernante.
En
el año 1935, se realiza el primer censo industrial el cual arrojó el dato de
600.000 trabajadores ocupados en la actividad. Se sancionaron leyes regulando
la actividad bancaria y las inversiones.
Las condiciones ofrecidas para el asentamiento de capitales extranjeros
fomentaron la industrialización, sobre todo en las provincias de Buenos Aires y
Santa Fe, donde se radicaron empresas alimentarias como Adams, Suchard, Royal,
Quacker, otras de caucho como Firestone, las eléctricas Eveready, Osram y
Philco y las textiles Ducilo y Sudamtex.
Las
primeras grandes empresas argentinas empiezan a cobrar interés, como Di Tella,
que fabricará electrodomésticos y automóviles.
En
1936 las movilizaciones obreras condujeron a que un congreso constituyera en su
forma definitiva a la Confederación General del Trabajo. La nueva conducción,
en apoyo a los trabajadores de la construcción, declaró el primer paro en años.
Antes la formación de piquetes que limitaban la circulación pública y
organizaban mítines para movilizar a los indecisos, la policía recibió orden de
intervenir y actuó con dureza. En Plaza Once, donde se produjo la principal
concentración, las acciones se saldaron con muertos, heridos y más de dos mil detenidos.
Los obreros de la construcción, en el centro de la disputa, se organizaron en
la Federación Obrera de la Industria de la Construcción, afín al Partido
Comunista. Un viejo proyecto de ley de
Sánchez Sorondo se dio a trámite para obtener la ilegalización del PC, a la que
de la Torre se opuso con fiereza. El 1 de mayo de 1936 la CGT convocó a un acto
multitudinario, en el que por primera vez se reunieron todos los partidos de la
oposición y el movimiento obrero. Ese mismo año la presión sindical obtuvo la sanción de la Ley 11.729 de contrato de
trabajo para el sector servicios.
Ese
mismo año, las divisiones en el seno del radicalismo se acentuaron por influjo
del escándalo de la renovación de la concesión de la Compañía Hispano-Americana
de Electricidad (CHADE), que había sobornado a los ediles para obtenerla, pese
a haber sido objeto de numerosas críticas por el incumplimiento de las
condiciones de concesión, el aumento explosivo de las tarifas y la deficiente o
nula provisión de servicio en las áreas menos rentables. En incidentes
relativos a ellos, el joven dirigente yrigoyenista Arturo Frondizi fue agredido
a tiros.
Mientras
tanto, Francisco, acompañaba con su sacrificio y su “polenta” italiana los
compases de la agitada vida porteña al igual que un bandoneón lo hace con la
letra triste de un tango. Sus ojos se empapaban de historias, de sucesos, de
anécdotas relatadas por desconocidos pasajeros de un taxi que le daba el
sustento para llegar al día siguiente. Francisco,
a pesar de la nostalgia, se sentía seguro en un país que se encontraba lejos
del fascismo de Mussolini, que por ese entonces preparaba su invasión a la
capital Etíope con el fin de sumar territorios, hecho que tuvo lugar el 5 de
mayo de 1936. A Francisco se le entristecía el alma al ver a su nación
guerreando por Europa. Argentina le daba, a pesar del agite político y social,
una cierta tranquilidad y trabajo asegurado.
En
1935 Marcelo T. de Alvear, había vuelto del exilio llevando al fin de la
abstención electoral. La decisión causó el retiro de FORJA de la UCR y
obligaría a la Concordancia a apelar nuevamente
al fraude y la represión para evitar la derrota en las urnas.
Alvear representaba el principal
obstáculo de la Concordancia, la cual les opuso la candidatura del radical
antipersonalista Roberto M. Ortiz y el conservador Ramón Castillo. En
septiembre de 1936 se realizaron las elecciones, en las que hubo incidentes con
muertos y heridos, así como la intervención policial contra los fiscales de la
oposición fueron frecuentes; varias provincias fueron intervenidas, entre ellas
Catamarca, al frente de la cual Justo había colocado al ultranacionalista y
filonazi Gustavo Martínez Zuviría. Las
cruciales provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Mendoza quedaron en manos de
la Concordancia, que finalmente consagró a Ortiz como presidente.
También en este año sucedió un
hecho trágico para la historia argentina, la recordada “Masacre de Oberá”. El domingo 15
de marzo de 1936 colonos ucranianos, rusos y polacos, en su mayoría, realizaron
una marcha de protesta hacia el pueblo de Oberá para reclamar mejores precios
para sus productos y fueron sorprendidos a balazos por la policía. El origen
étnico de los colonos implicaba una adscripción de tipo ideológica, en donde,
según diversas fuentes los colonos que organizaron la marcha eran calificados
como “comunistas”, “agitadores profesionales”, “agitadores extremistas”.
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Colonos de Oberá |
Si
bien no se puede descartar la posibilidad de que entre los colonos hubieran
existido lideres comunistas y que habrían participado de la organización de la
manifestación, no se registraron evidencias que así lo demostraran. Lo
cierto es que existía cierta hostilidad hacia los denominados “comunistas”.
Hostilidad acentuada por un marco político nacional de fuertes rasgos
autoritarios y nacionalistas y por cierto ambiente de pánico en Oberá,
estimulado por la policía, a partir de ciertos rumores que hacía que los
comerciantes creyeran verdaderamente que los colonos venían a asaltar el
pueblo. La cifra de muertos de aquella masacre no son precisas y oscilan entre
300 a 500 las víctimas.
Aquella mañana fría y húmeda, Francisco, sentado en aquel bar de Villa Devoto, apuraba un café y apretaba entre sus puños aquella carta llegada de Italia. En ella, algunos familiares reunieron relatos de su tierra con la esperanza de que no la olvidara ni los olvidara a ellos. Recordaba su tierra con dolor desgarrador pero amaba la que ahora pisaba.
Aquella mañana fría y húmeda, Francisco, sentado en aquel bar de Villa Devoto, apuraba un café y apretaba entre sus puños aquella carta llegada de Italia. En ella, algunos familiares reunieron relatos de su tierra con la esperanza de que no la olvidara ni los olvidara a ellos. Recordaba su tierra con dolor desgarrador pero amaba la que ahora pisaba.
Como siempre, sentado junto a
ese ventanal, se entregaba a los acordes de aquel bandoneón atrapado en aquella
radio desvencijada.
Buenos Aires iba cerrando un nuevo capítulo en su historia
política, en cambio él estaba recién empezando el suyo.
Excelente trabajo Gustavo, hecho con buen gusto y un criterio amplio. Así es como debe analizarse nuestra historia, una historia de la cual aún hoy continuamos construyendo las bases, ni siquiera comenzamos a levantar paredes. Rescato la estética de la presentación de los temas. Muy buena la selección de los tangos y la calidad del sonido. Un abrazo argentino y tanguero-Mario Alonso
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