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Francisco Paparatto |
Francisco
Paparatto era mi abuelo, al que casi no conocí, un tipo italiano con mucho
carácter y muy trabajador. También es la excusa para escribir este blog, ya que
ochenta y dos años después de que él atravesara todo el océano hasta llegar a
la Argentina para buscarse la vida, he debido hacer el mismo viaje pero a la
inversa, claro, salvando las distancias. Él lo hizo en barco y yo en avión. Esa
sensación de estar dejando atrás todo lo conocido para llegar a tierras
extrañas me hizo ponerme por un momento en la mente de mi abuelo. ¿Qué pensaría
durante su largo viaje a Sudamérica, cuando apenas tenía 17 años? ¿Que
expectativas tenía él y que miedos lo alejaban de su Italia natal? Atrás dejaba
a sus padres y una hermana, a los que
jamás volvería a ver ni hablar, salvo alguna carta de pocas líneas. Había
nacido en 1903 en Joppolo, Calabria. ¡Estamos hablando de otro siglo! Nació en una familia de
obreros. Tuvo que asistir, cuando ya era un adolescente, a la partida de
algunos familiares rumbo a América del Sur. Quizás en esos momentos nunca
imaginó que algún día él también partiría. Buenos Aires sería su destino.
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Francisco y su taxi |
Contar la historia
a través de los ojos de mi abuelo es contarla desde su sacrificio, su
persistencia, sus miedos y su valentía para afrontar lo desconocido. ¿Quién
mejor que un taxista para conocer el sentimiento de un pueblo? ¡Imaginemos cuantas
personas ha transportado en el asiento de atrás de su taxi! ¿Cuántas historias
habrá escuchado y cuántas habrá tenido que callar? Francisco paraba diariamente
a descansar en un bar de Paternal, en Francisco Acuña de Figueroa y Córdoba
donde se juntaban muchos "tacheros" que entre café y café solucionaban
los problemas del país, ¡como no!
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Ana Ragadali |
Francisco se
casó con Ana Ragadali, mi abuela, en enero de 1939, un casamiento designado con
antelación por los padres de ella. Francisco le llevaba a Ana quince años. Cuando se casaron él tenía treinta y cinco años y ella 20.
Ana nació en 1919 en Catanzaro y cuando llegó a Buenos Aires, a los doce años fue con sus
padres a vivir a una casa de inquilinato, en La Paternal. Las familias se
conocían, se juntaban, todos habían llegado de Italia y eran tiempos difíciles
donde había que trabajar sí o sí y a las mujeres había que
"colocarlas". Apenas se casaron se fueron a vivir a lavallejas y
Gascón, en Palermo viejo y más tarde a la casa de los padres de Ana, Anunciata
y Roco, en el barrio de Devoto.
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Mariana y Sabatino |
Francisco,
siempre taxista, tuvo dos hijos, Mariana (mi madre) y Sabatino, mi tío. Sabatino nació el 27 de Noviembre de 1939, ocho meses después de que se
casaran. Mariana, mi madre, nació el 18 de abril de 1942. Francisco y Ana
formaron una familia y juntos atravesaron años muy complicados pero lo mejor es
que su vida transcurrió lejos de las Guerras Mundiales que se libraban en
Europa.
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Francisco y yo |
Los ojos de
Francisco se cerraron para siempre a sus 73 años. Una noche del año 1976,
casi sin darse cuenta, un ataque al corazón repentino le arrancó un suspiro
casi inaudible, seco, fulminante. Francisco dejaba este mundo pero también dejó
historias, anécdotas y enseñanzas. No tuve la suerte de tener conversaciones
interesantes con él, sólo tenía seis años, casi ni recuerdo su mirada, pero
cada foto suya, cada historia narrada, me ayudaron a darme cuenta de lo valioso
de su existencia. Muchas de sus experiencias fueron contadas y muchos se fueron
con él.
Ana, sin embargo,
siguió su vida, con sus hijos ya casados ejerciendo más de abuela que de madre.
Sus impresionantes ojos verdes era lo
que más me gustaba de ella. Por momentos parecían reflejar sus vivencias, sus
angustias pasadas, su sacrificio y por momentos, cuando veía a sus nietos
desbordaban alegría. Un caluroso 25 de diciembre del año 1991 un pico de
presión le produjo una hemiplegia postrándola en una cama con medio cuerpo
inmóvil. No podía hablar ni mover la mitad de su cuerpo. Sus ojos eran su única
manera de comunicación. Te miraba fijamente, como queriéndote decir algo, como
dando las gracias o como una anticipada despedida. Triste final para una mujer
que luchó como una leona para sacar a sus hijos adelante a pesar de las
circunstancias. Pocos meses más tarde, en una clínica privada que curiosamente
llevaba su nombre, Santa Ana, con su cuerpo con escaras por la espalda y una
gran tristeza dibujada en su rostro, dejó este mundo a los 72 años, para unirse a él, a Francisco, su compañero de
toda la vida.
En honor al sacrificio
de ambos, al desarraigo forzado, al apellido legado y en vuestra memoria les
dedico este blog y cada palabra que en él habita.
Gustavo Martín
Benedetti Paparatto
Administrador de
Buenos Aires Siglo XX